Esta es la historia de una de las jornadas más bonitas de nuestro viaje a Islandia con los niños. Todo el mundo sabe que Islandia es una tierra de volcanes donde las fuerzas de la naturaleza estén muy presentes en cualquier rincón. Viajar a Islandia es disfrutar del paisaje y encontrarse con el agua, la tierra, el viento, el fuego… En una dimensión más domesticada de estas manifestaciones de la naturaleza, podemos gozar de una gran cantidad de piscinas cuya fuente es el agua termal que emerge del subsuelo. Ir a una piscina en Islandia es una actividad muy recomendable y divertida si viajas con peques. Y hay piscinas por todos los lados, barrios, pueblos,…
Conducimos por la carretera principal de Islandia para encontrar una piscina al aire libre. En concreto vamos en dirección a la zona volcánica dominada por el archiconocido volcán Eyjafjallajökull. Sí, el que entró en erupción en abril de 2010 y cuyas cenizas obligaron a cerrar gran parte del espacio aéreo en Europa. Vamos en ruta hacia Seljavellir, bastante cerca de la cascada de Skógarfoss, una de los saltos de agua más visitados del país.
Comento lo del volcán ya que después de dejar la carretera principal y adentrarnos en el valle que nos llevaba hacia la piscina el paisaje era increíble. Pudimos observar en toda su crudeza el gradual cambio de tonalidad del verde típico islandés hacia el negro provocado por las cenizas de la reciente erupción volcánica. La sensación era la de adentrarse hacia un territorio maléfico y las nubes espesas sobre la carretera le daban a la escena mayor dramatismo.
Aparcamos el coche 4×4 y estuvimos remontando por el camino paralelo al río para encontrar las instalaciones. El color negro lo cubría casi todo, pero algunos brotes verdes de hierba ya asomaban de nuevo en los rincones más fértiles o resguardados de las inclemencias. Viendo el panorama se entiende que algunos granjeros abandonaran la zona desesperados. ¿Qué iban a comer sus ovejas y caballos que no fueran cenizas volcánicas?
Pronto observamos las piscina Seljavallalaug al aire libre y la caseta que ejercía las funciones de vestuario. En un momento nos cambiamos los abrigos y anoraks por los bañadores, y los mayores nos aseguramos de comprobar la temperatura del agua antes de iniciar un merecido y singular baño.
La profundidad de la piscina iba variando en función de la acumulación de sedimentos volcánicos en el fondo, igual que la temperatura cambiaba según la cercanía de la fuente de agua caliente. Los niños y los mayores disfrutamos de un remojón muy especial en las oscuras aguas de la piscina. ¡Qué baño más auténtico!
El cielo cada vez parecía más denso y la temperatura exterior era fría, pero dentro del agua se estaba genial. Al poco rato las nubes nos regalaron una suave lluvia, y aquello nos hizo disfrutar más del baño caliente y convirtió nuestra excursión a Seljavellir en algo muy especial. Para los niños bañarse en la piscina volcánica mientras llovía «fuera» era una auténtica aventura en Islandia que todavía recuerdan con emoción.
Es un destino que tengo pendiente. Me ha gustado mucho tu crónica, especialmente por enterarme que con peques no se hace difícil.
Es un destino muy adecuado para ir con niños, también si te gustan los trekings y andar por el campo ya que los paisajes son flipantes. ¡Gracias por pasarte por aquí Hernando!
Fantástico! Este post fue uno de nuestro tweets favoritos de la semana
Pues estupendo 🙂
¡Muchas gracias Alejandro y Cristina!
Es de los lugares que tengo que visitar antes de que muera, toda una belleza.
Desde luego es un lugar precioso.
Fracias por el comentario Javier Felix