Hace ya unos cuantos años que viajé a Rusia y pasé casi un mes allí, la mayoría de días en la ciudad San Petersburgo. Me alojaba en una residencia de estudiantes donde mi prima vivía gracias a su trabajo en la universidad. Muchos de los apartamentos estaban ocupados por personas procedentes de países comunistas. El grupo de latinos, donde me integré, era extenso y muy divertido.
Estoy hablando del año 1992. Muchas cosas me sorprendieron por aquel entonces. Una de ellas el dinero, o mejor dicho su valor relativo. El precio de enviar telegramas deseando feliz Navidad a toda la familia y amigos resultó al cambio unas 15 pesetas más o menos. Y mandé muchos. En algunos casos la llegada de un cartero para entregar un telegrama (¡un telegrama!) en un día tan señalado causó cierta alarma inicial. Apuesto que para muchos amigos aquella fue la primera y única ocasión de recibir un envío urgente de estas características.
Otra muestra del desfase que había entonces. Fuimos a cenar a unos de los mejores restaurantes de San Petersburgo emplazado en la Nevsky Prospect. Camareros con frac y pajarita, mesas suficientemente separadas, música interpretada en directo con piano de cola y violín, buena comida… Todo por unas 50 pesetas. ¿Cómo era posible si aquello en Barcelona podría costar 1.000 veces más…?
En la imagen de esta entrada de Recuerdos se puede observar un billete de 100 rublos de esa época (1992) con la efigie de Vladimir Ilyich Lenin. Justamente la ciudad de San Petersburgo cambió su nombre por el de Leningrado de 1924 hasta 1991.
Niño, cuantos recuerdos!!!! Un abrazo!!!
Sí 🙂 Qué bien lo pasamos esas Navidades!!!