En un post anterior os hablaba del Vallès Oriental, el Hotel  Molí de la Torre y de actividades para hacer en sus alrededores. Un poquito más lejos podemos visitar uno de los monasterios más singulares de Cataluña por su emplazamiento colgado en las rocas. En realidad es curioso observar lo bien que escogieron los sitios para construir estos recintos en la antigüedad. Parece que la geolocalización lleva varios siglos inventada y la Iglesia domina su técnica. El lugar del que hablo hoy es el Monasterio de Sant Miquel del Fai, ubicado en despeñaderos de los Cingles de Bertí, cerca de Sant Feliu de Codines.

Cómo llegar al Monasterio de Sant Miquel del Fai

Desde el pueblo de Bigues i Riells seguimos la carretera (BP-1432) en dirección a Sant Feliu de Codines y desde allí seguro que verás las indicaciones (BP-1485) para llegar hasta el santuario. Desde Barcelona son más o menos tres cuartos de hora en coche por la carretera C-59.

Los últimos kilómetros de carretera presentan una gran cantidad de curvas cerradas y giros que parecen que nunca van a terminar, con tramos que parecen escarbados en la roca. Nosotros con tanta vuelta tuvimos que detenernos para tomar aire y refrescarnos un poco, ya que el mareo de uno de nuestros hijos parecía que iba a llegar a su culmen. Es lo que tiene viajar con niños, que a veces hay que hacer paradas extras no previstas en el plan de ruta. Finalmente sin más novedad llegamos cerca del santuario, donde hay espacios indicados para aparcar el coche.

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Espacio natural de Sant Miquel del Fai

En realidad no llegamos a entrar al recinto del Monasterio propiamente (luego explico los motivos) pero la excursión a Sant Miquel del Fai valió realmente la pena.

Al llegar al final de la carretera y descender del coche lo primero que se aprecia es el bonito puente sobre el río Rossinyol y la apertura, el paso entre las rocas, que permite acceder  a la cara exterior del despeñadero. Un pequeño arco corona este estrecho y singular orificio de apenas tres metros de anchura de nombre pas de la foradada.

Al otro lado se extiende un bonito paisaje, con el lecho del río Tenes a nuestros pies y en paralelo a nuestra posición podemos contemplar las edificaciones del conjunto del monasterio. Llama especialmente la atención las dos cascadas de los ríos Rossinyol y Tenes que le dan al sitio un gran atractivo y singularidad.

Siguiendo el sendero se llega a la entrada del monasterio y el conjunto medieval. Podremos observar la Casa del Priorato del S.XV, la iglesia de Sant Miquel S.X  o la Ermita de Sant Martí S.IX. Puedes conocer más del sitio consultando la web santmiqueldelfai.cat.

Ya he comentado anteriormente que viajando con niños a veces los planes se modifican sobre la marcha y esta vez no fue una excepción. Decidimos comer algo antes de pasar a realizar la visita, para reponer fuerzas y poder disfrutar más el recorrido por dentro del recinto. Buscamos un sitio tranquilo y dimos cuenta de algunos buenos productos adquiridos en Bigues i Riells (el sábado hay mercado).

Poco después la mala suerte hizo que nuestro hijo mayor tuviera la ocurrencia de dar una patada en un sitio donde había un avispero escondido. Ya os podéis imaginar la situación… Empezaron a salir avispas un poco enfadadas y con ganas de venganza. Resultado de todo ello: una picada en el párpado, lloros y momentos un poco complicados. Podría haber sido peor puesto que aparecieron un buen puñado de avispas con ganas de guerra…

Decidimos dar por finalizada la excursión familiar a Sant Miquel del Fai sin visitar las cuevas y los edificios pero habiendo disfrutado del paisaje y el hermoso emplazamiento de este singular monasterio.