La ciudad de Lourdes es la capital del departamento de Haute-Pyréneés, o Altos Pirineos, pero sin duda alguna todo el mundo la conoce por sus supuestos milagros. Ir a Lourdes, es una expresión común, de aquellos que esperan lo imposible y solicitan la participación de fuerzas extraordinarias a través de su fe cristiana mayormente. Y por lo visto son muchos, pues no deja de sorprender que esta población de unos 15.000 habitantes sea la segunda ciudad más visitada de Francia.

Lourdes y sus milagros acogen 6 millones de turistas cada año (datos de 2012) provenientes de una gran variedad de países. No hace falta ser un lince para concluir que toda la población entera depende de una forma u otra del turismo. Y si hacemos una división entre los visitantes y la población local veremos que la relación es de las más elevadas del mundo. Esto causa algo que podríamos calificar de distorsión, pues todo absolutamente parece en Lourdes girar alrededor del turismo.

Decir que por ejemplo hay más de 180 hoteles, y en muchas calles las tiendas de recuerdos se disponen unas al lado de otras apoderándose por completo de la vía. En este sentido hay una similitud acusada con otros sitios. Cambias los recipientes destinados al agua milagrosa o las imágenes de Lourdes por cremas solares y colchonetas y podrías transportarte a Lloret de Mar o Benalmádena. Así son los sitios megaturísticos.

Visitamos el santuario dedicado a Nuestra Señora de Lourdes al atardecer, para coincidir con una de las procesiones diarias. Fue muy emocionante ver las filas y colas de fieles avanzar ordenadamente en la gran explanada en frente de la imponente construcción. En los rostros de los fieles se apreciaba un gran sentimiento y recogimiento mientras los altavoces recitaban mensajes en varios idiomas para satisfacer a la audiencia. A medida que el sol se ocultaba brillaban más y más las miles de velitas prendidas, protegidas del aire por sus recipientes de cartón con padrenuestros impresos. De las cuatro caras una reservada a la figura icónica de Nuestra Señora de Lourdes. Las lucecitas avanzaban sin parar en una procesión que todos parecía que conocían a la perfección en la forma de moverse y colocarse en la explanada.

Mientras, en la famosa fuente, había un movimiento continuo de garrafas, frascos y recipientes para transportar hasta el punto de origen de los visitantes el preciado líquido elemento de propiedades milagrosas. Gente principalmente mayor pero también jóvenes de veintitantos llenaban sus cantimploras de fe antes de volver a casa.

Y cerca de allí pude contemplar cientos de velas consumirse dispuestas ordenadamente en unas casetas metálicas para tal efecto. Se puede leer en varios idiomas, Esta llama prolonga mi oración. Velas con inscripciones y cirios de tamaño considerable en cuyos cilindros se puede leer los lugares de procedencia y peticiones realizadas. Y en el suelo montones de cera derretida por doquier.

Allí un trabajador que bien podría parecer un herrero medieval si no fuera por las gafas se encarga de organizar todo el dispositivo y supongo que ir reciclando los residuos fundidos. Su oficio solo existe en Lourdes, y se les conoce como feutiers. Como decía al principio, Lourdes recibe unos seis millones de visitantes al año, y muchos de ellos pondrán una vela en el santuario. Seguramente es uno de los lugares del mundo donde hay más cera consumiéndose sin parar día y noche, y más ilusión contenida.

Para terminar, ¿Qué milagro pedirías en Lourdes?.